Los últimos días de Castelló

Artículo de opinión de Sergio Paz Compañ

Alfredo Castelló, como alcalde de Sagunto, tiene sus días contados. Sabe perfectamente que se la juega en las elecciones de mayo y que los vientos no le son favorables. Su carrera política en Valencia dejó de existir hace tiempo, antes incluso de que dejara de ser asesor del president Camps; justo el día en que le dieron la patada hacia delante, cuando los barones del PP valenciano lo pusieron como cabeza de lista por su partido en Sagunto. Era una manera de quitarse de en medio a alguien que no les gustaba, que no les inspiraba confianza; era un regalo envenenado. Sabían en Valencia que para ser alcalde en Sagunto es preciso pactar, y que con toda probabilidad ese pacto se haría con los segregacionistas (para algo sirven las encuestas), algo que a largo plazo acaba con las aspiraciones políticas de todo aquel que se obstina en ser saguntino, siendo porteño.

Y es que en Valencia les importa poco si Sagunto se divide o no en dos municipios. Simplemente siguen las consignas de sus respectivos representantes políticos (tanto del PP como del PSOE) dominados por el lobby saguntino, que no quiere perder sus privilegios «coloniales». Y en el caso del PP local, para vergüenza de los porteños, se impone la minoría de los saguntinos sobre éstos, bien tutelados por la banca. Es Castelló, y nadie más, quien dice a Valencia cómo ha de actuar contra el expediente de segregación de El Puerto. Él es el único responsable.

El único futuro que tiene Alfredo Castelló en política es continuar siendo alcalde de Sagunto, y desde luego eso lo tiene bastante difícil. En Sagunto no le perdonan su pacto con los segregacionistas —que dio lugar al más que justo reparto de presupuestos (60% para El Puerto; 40% para Sagunto)—, por más que se empeñe ahora en arreglarles la situación haciendo fuentes y tapando baches en Sagunto, y rompiendo el principio de equidad al pactar con sus eternos rivales del PSOE. En El Puerto nadie entiende que Castelló tirara del equipo de gobierno a los segregacionistas cuando las cosas funcionaban bien. Por fin se empezaba a ver que los intereses porteños tenían peso político en el Ayuntamiento y cómo El Puerto avanzaba (recordemos el lema de SP: «Lo nuestro es El Puerto»).

Sagunto no toleraba por más tiempo que los porteños llevaran las riendas y que los años de vivir de rentas se les acabaran. Y es que en este municipio dual, los traidores no tienen juego en la política local; y Castelló provoca recelos, muchos recelos; junto al mar y a los pies del Castillo. No es de fiar. Lo ha demostrado sobradamente.

Así que, señor Castelló, apure sus últimos días y salga guapo en muchas fotos, ya que usted mismo eligió ser el último alcalde de Sagunto, pudiendo haber sido el primero de El Puerto. Terminará como un cadáver político más.

(Sergio Paz es miembro de la Junta Directiva de IP y concejal de SP en el Ayuntamiento).

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