La segregación, cuestión de justicia

   Solemos pensar con demasiada frecuencia que JUSTICIA y LEY son expresiones equivalentes, o lo que es lo mismo tendemos a confundir Derecho positivo con Derecho natural. Nada más lejos de la realidad porque  lo que corresponde en Derecho natural es lo Justo, y lo que corresponde en Derecho positivo es jurídico, es la Ley. Y a veces coincide, pero muchas veces no. La expresión tantas veces oída ¡Vaya ley más injusta! no es si no un reflejo de esta falta de identidad entre Justicia y Ley.

   El Derecho natural lo constituyen los valores y principios que se encuentran en la naturaleza y conciencia del ser humano y permanecen casi inalterables, da igual el tiempo y lugar donde nos encontremos.  Por contra el Derecho positivo está formado por normas jurídicas y leyes creadas por el Estado legislador con el objetivo de regular la conducta del hombre en un lugar y  tiempo determinados, en un contexto social   y político concreto. Por ese motivo el Derecho positivo y sus leyes son  por naturaleza cambiantes.

   Todos conocemos actos que hoy son legales y ayer mismo no lo eran, y al contrario, cosas que ayer eran legales y hoy no lo son. Pero la cuestión aún se complica más: puede suceder que en un lugar determinado esos actos sean legales, pero unos kilómetros más allá no lo sean (pasando de un país a otro o de una comunidad autónoma a otra por poner un ejemplo). Esto sucede porque las leyes, con inusitada frecuencia, obedecen a intereses partidistas que poco tienen que ver con el interés general. Por eso las leyes cambian tan a menudo y son tan numerosas como numerosos son los políticos y los órganos con potestad para legislar.

   Pero la Justicia es otra cosa. No pertenece al legislador o al político de turno. Pertenece a un orden superior: el ser humano. Y es el resultado de generaciones de hombres y mujeres conviviendo en sociedad con sus normas, escritas o  no escritas, pero sabidas y transmitidas de padres a hijos en forma de valores y principios.

   Todo el mundo sabe y sobre todo siente lo que es justo. Lo JUSTO lo constituyen unos pocos  valores  que apenas cambian con el transcurso del tiempo, porque realmente el género humano en esencia apenas cambia. Por contra las leyes transmutan, se contradicen, se anulan, se superponen a una velocidad de vértigo. Por eso decía al principio de este artículo que desgraciadamente en el mundo en el que vivimos Ley y Justicia no son palabras sinónimas, ni tan siquiera parecidas.

   Llegado a este punto, los pacientes lectores  se preguntarán ¿qué tiene que ver todo esto con el título del artículo, con la segregación de El Puerto? Intentaré explicarlo.

   El sentir más profundo de la mayoría de los ciudadanos de El Puerto es el valor identitario, ni mejor ni peor que otros pero distinto y propio, manifestado generación tras generación, sin importar el color político, edad, sexo o condición de las personas. Perdura en el tiempo, sustentado por miles de ciudadanos de antes y de ahora que se dicen porteños y no de otro lugar, con la dignidad y fuerza que solo dan la razón y el corazón.

   Contra ese sentimiento-valor se crean ex-profeso informes municipales, leyes autonómicas que nacen de repente y orientadas hacia un objetivo concreto, planes urbanísticos pensados contra una causa y en contra del sentido común. Son ejemplos de esas leyes que describíamos, creadas por el político de turno por su propio  interés partidista. Pero ya lo decíamos antes,  las leyes nacen, cambian, transmutan y mueren. Pero los principios y los valores, es decir lo  permanece.

   Por eso LA SEGREGACIÓN llegará. Ningún político con sus leyes-trampa temporales y cambiantes podrá pararla. Es cuestión de algo más profundo e intemporal que una o cientos de leyes,  es cuestión de JUSTICIA.

 

Facebook
Twitter
LinkedIn

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *