LA SINGULARIDAD Y EL VALOR DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL PORTEÑO – Juan Antonio Guillén (Concejal de IP)

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   Lo que en urbanismo histórico se conoce como FACTORY TOWN tuvo su máximo desarrollo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Básicamente  se trata de una gran fábrica, dotada de toda una serie de servicios a disposición de trabajadores, técnicos y directivos, tanto habitacionales como servicios de todo tipo, de forma que en muchas ocasiones las condiciones de vida de esos trabajadores eran mucho mejores que la de sus coetáneos. Evidentemente el empresario buscaba su propio beneficio, pero en ocasiones “caía en la cuenta” que unos trabajadores bien formados, sanos y con una serie de necesidades cubiertas rendían mucho mejor y  por tanto aportaban más beneficios a la empresa.

  Ejemplos de este modelo de organización del trabajo y también de organización social tenemos muchos en Inglaterra, Francia y en menor medida en Alemania, pero en España existen muy pocos ejemplos, siendo uno de los más destacados el de la Fábrica de AHM en Puerto de Sagunto.  La Dirección de “La Fábrica” construyó para sus trabajadores y técnicos instalaciones de todo tipo: habitacionales, educativas, sanitarias, religiosas, de ocio, etc etc, constituyéndose de facto en un Ayuntamiento paralelo al de Sagunto, que en esos años mostraba un absoluto desinterés en el desarrollo de El Puerto.   De ahí el sentimiento de NO pertenencia de los porteños hacia  Sagunto, y que hunde sus raíces en el nacimiento de nuestro pueblo, pero esa es una larga historia que merece un estudio aparte.

  Las nuevas generaciones de porteños desconocen por ejemplo que el Centro Cívico era el Sanatorio (hospital), o que el futuro CEAM y centro de día era realmente  el Economato donde los trabajadores obtenían productos de todo tipo a un precio asequible, o que la iglesia de Begoña fue construída por AHM, o que en el ámbito educativo el colegio de Begoña o el María Inmaculada, o el IES Eduardo Merello  fueron construídos por la Gerencia de la empresa. O que las casas del barrio obrero llevan su nombre precisamente porque eran viviendas construidas para aquellos trabajadores de AHM, o que el Casino disponía de alojamiento para los ingenieros solteros (sic). Y así tantos y tantos ejemplos.

   Sin restar valor a todos esos elementos patrimoniales de forma aislada, que lo tienen,  lo que realmente nos diferencia como valor patrimonial a preservar es esa condición de Ciudad Factoría como modelo de desarrollo y que empezó a construirse aquí desde principios del siglo XX. Naves industriales antiguas, o máquinas a vapor,  o locomotoras u otro tipo de maquinaria, así  como  instalaciones fabriles hay muchas, pero lo que nos singulariza es nuestro origen como Ciudad Factoría.

   Por eso es de lamentar que no se ofrezca un itinerario cultural que tenga como hilo conductor esa condición de Ciudad Factoría, y en el que como un rompecabezas mágico van encajando y cobran sentido los distintos elementos patrimoniales, desde los puramente fabriles como la  nave de Talleres o  el Horno Alto; como otros que nadie tiene que ver en el proceso productivo pero que conformaban lo que se conoce como Factory Town: el Casino, la iglesia de Begoña, la Cope, La Gerencia y sus Jardines, los colegios que se construyeron por aquel entonces, el Sanatorio (actual Centro Cívico), y así un largo etcétera. Solo desde esta  visión global de todos esos elementos aislados pero interconectados entre sí podremos llegar a entender y valorar la singularidad de nuestro Patrimonio industrial, único en todo el Estado español.

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