Interesantísimas reflexiones de Michel Ferry, investigador del Instituto Científico de Investigación Agronómica (INRA) y director científico de la estación Phoenix:
Talar las palmeras afectadas por el picudo rojo ha sido, tanto en España como en todos los países europeos, una medida establecida por los servicios de sanidad vegetal que ha tenido consecuencias catastróficas, con más de 100.000 palmeras destruidas, más de 100 millones de euros gastados de manera totalmente inútil, con una plaga que está más extendida e incontrolada que nunca.
Ha costado muchos esfuerzos y cerca de cinco años convencer a los servicios de sanidad vegetal de cambiar de estrategia.
El problema es que las administraciones responsables de la erradicación de esta plaga, que se han equivocado de manera tan grave, consideran ahora, sin decirlo de manera oficial, que esta plaga está establecida. En consecuencia, han parado de contribuir a su erradicación. No aportan ninguna ayuda seria ni a los municipios ni a los particulares o viveristas que quieren salvar sus palmeras o protegerlas.
Peor aún, difunden que la erradicación de la plaga es imposible, cuando todos los expertos serios aseguran que contra esta plaga no existe otra opción que erradicarla si se quieren salvar las palmeras. Decir que se puede convivir con esta plaga o impedir su dispersión, no tiene ningún sentido en el contexto urbano europeo, con un insecto que ha encontrado una palmera, la Phoenix canariensis, que no le opone ninguna resistencia, a la que es capaz de matar en unos meses después de utilizarla como una incubadora donde se multiplica a alta velocidad. O lo eliminamos o seguirá eliminando las palmeras que quedan.
Con su posición técnica seriamente errónea, la mayoría de estas administraciones no son capaces de aconsejar correctamente a las personas o a las instituciones que quieren salvar sus palmeras. En realidad, no sólo no son capaces de aconsejar, sino que no quieren que se difundan informaciones sobre las técnicas y estrategias que hay que adoptar para erradicar esta plaga. Estas informaciones van en contra de su posición que les permite considerar esta plaga como establecida y así quitarse toda responsabilidad y justificar su inacción.
Las consecuencias de este comportamiento es que no difunden informaciones técnicas correctas ni forman seriamente profesionales capaces de aplicar todas las técnicas de una estrategia integrada de erradicación. Los cursos de formación propuestos a veces por las administraciones son demasiado superficiales para formar verdaderos profesionales en estrategia integrada de erradicación de la plaga. Sus objetivos no son formar sobre una estrategia que les incomoda, sino aparentar actuar.
Desafortunadamente, se puede observar en muchos municipios que, por culpa de una información incompleta, las estrategias y los tratamientos aplicados no son los adecuados. Por culpa de estos errores, los resultados van a ser malos, el dinero gastado inútilmente y las palmeras seguirán muriendo. Dentro de estos errores, podemos subrayar el que consiste en esperar parar la extensión del picudo únicamente con barreras de trampas. Las trampas son eficaces sólo cuando se utilizan dentro de una estrategia integrada de erradicación.
Otro de estos errores concierne la recomendación o la obligación sobre la limitación de la poda a unos meses del año. Esta recomendación ha sido repetida sin parar desde hace cinco años, defendida a menudo por supuestos expertos de las palmeras y publicada en folletos por la mayoría de las administraciones. En realidad, se constata que la poda constituye una herramienta imprescindible para detectar de manera precoz las palmeras infestadas. La realización de ventanas de inspección, que implica recurrir a la poda en cualquier momento del año, ha sido adoptada en varios países europeos como una medida obligatoria en las zonas infestadas. Una palmera recién podada va a atraer más a los picudos, pero éstos no aparecen por generación espontánea. Son picudos en desplazamiento que, con o sin poda, hubieran infestado nuevas palmeras. La poda no aumenta el número de palmeras infestadas y no facilita la infestación. Además, si se tratan las palmeras después de la poda, los picudos van a morir cuando intenten infestarlas, lo que va contribuir a reducir la población de picudos en migración.
A título de ejemplo, el folleto que acaba de publicar el ayuntamiento de El Campello, además de constituir un nuevo caso de fracaso de la estrategia de contención del picudo, demuestra la dificultad en combatir errores técnicos que se han convertido en clichés: la demonizada poda, la presentación de síntomas terminales en lugar de síntomas precoces, la ausencia de toda referencia a la técnica de saneamiento de las palmeras infestas para su recuperación y, para colmo, la referencia al triturado totalmente inútil y costoso de los troncos. Se constata, pues, que el asesoramiento del cual se benefician los ayuntamientos está totalmente obsoleto.
En todos los municipios que quieren salvar sus palmeras, patrimonio paisajístico e histórico de alto valor, se deberían organizar urgentemente cursos prácticos y teóricos de formación en esta estrategia integrada.
A falta de la administración nacional o de las regionales, que sin embargo tienen la obligación legal de erradicar esta plaga de cuarentena (que además ha entrado y ha sido difundida en España debido a un error técnico muy grave), la Comisión Europea está dispuesta a responder muy rápidamente a pedidos de ayuda para erradicar la plaga. Malta, por ejemplo, ha conseguido financiación en nueve meses. Los ayuntamientos que quieren salvar sus palmeras, así como los particulares y los profesionales, deben unirse para constituir un frente común que les permitiría exigir que se aplique por fin la normativa legal de obligación de erradicación y que se solicite urgentemente la ayuda financiera europea.
Manos a la obra. Se pueden salvar las palmeras, pero hay que actuar con determinación y en base a una estrategia y técnicas que ya han demostrado su eficacia para erradicar el picudo.
En Elche, 2 de noviembre de 2010
Michel Ferry