LA GENERACION PERDIDA – Pilar Berná (Concejala de Iniciativa Porteña)

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  En estos días de confinamiento, todavía inmersos en esta guerra silenciosa y traidora, atrincherados en nuestras casas sin poder ver al enemigo pero con la seguridad de que está ahí fuera, me viene a la memoria esas personas mayores pertenecientes a la generación anterior a la mía. En su mayoría están sufriendo un calvario con esta pandemia que les pilla con las defensas bajas y que, en muchos casos, están pagando injustamente con su vida.

   ¿Por qué ha ocurrido esto? No encuentro ningún motivo que justifique el pasotismo de los gobiernos calificándolo de poco más que un resfriado o como mucho una gripe fuerte. Empezando por el gobierno chino el cual enmascaró la gravedad de la enfermedad mintiendo sobre la cantidad de víctimas que sufrieron por esta causa, y siguiendo por los gobiernos italianos y español. Estos lanzaron mensajes de que aquí no pasa nada, que como mucho sufriríamos un par de muertos; que la gripe común se llevaba todos los años muchas mas víctimas. Gran error. Entiendo que hacia principios de febrero, y debido al maquillaje que realizaron los chinos sobre la gravedad de la enfermedad para ocultar su negligencia y mantener su prestigio de gran potencia, se pensara que esta enfermedad no era mucho más que una nueva gripe estacionaria. Pero una vez que la OMS advirtió a finales de febrero de la gravedad de la situación y aconsejó tomar medidas drásticas para combatirla, los gobiernos deberían haber iniciado un plan de prevención para la ciudadanía. Plan, que como se hizo con la provincia de Wuhan, comprendiera confinamiento de la población y fabricación masiva de elementos de protección personal.

   Esta generación de mayores no lo ha tenido nada fácil. Fueron supervivientes de una época española marcada por la tragedia de una guerra fratricida y las carencias de las necesidades primarias consecuentes. Todo ello agravado por el aislamiento provocado por la dictadura. Los que se salvaron de las bombas y las balas padecieron el hambre y las enfermedades que trajo la posguerra, tales como el tifus, la disentería y la tuberculosis por mencionar algunas.

   Cuando esta generación fue adulta tuvo que trabajar como burros para formar y sacar adelante a sus familias, la mayoría teniendo que buscar dos empleos y en algunos casos hasta tres (debido a que los sueldos eran bajos y los precios muy altos). Con este gran sacrificio personal y, a costa de perder de vista el crecimiento y desarrollo de sus hijos, pudieron ir aumentando su poder adquisitivo y dar estudios y carreras a sus descendientes.

    Pasaron los años y llegó la dorada “Tercera Edad” y muchos de ellos se convirtieron en personas dependientes y se encontraron con que los hijos que con tanto sufrimiento habían conseguido sacar adelante, no podían hacerse cargo de ellos. La sociedad había cambiado y los matrimonios necesitaban trabajar ambos cónyuges para mantener el estatus que se había impuesto en esta sociedad materialista y consumista. Para esos padres mayores y necesitados de calor familiar y cariño lo mejor era alojarlos en residencias donde serían atendidos y donde encontrarían otros semejantes que se harían compañía mutuamente. Ingrato pero necesario en muchos casos.

    Y ahora, en el momento presente, siendo el grupo de mayor riesgo para la enfermedad, se encuentran con que las residencias no están preparadas para el aislamiento ni con las medidas de protección personal básicas. Estos mayores que con su trabajo y esfuerzo levantaron la sociedad y la llevaron hasta un nivel de suficiencia y bienestar hasta ahora nunca visto, se encuentran con la desagradable realidad de que están desamparados. Aquel que tiene la fortuna de llegar a un hospital no tiene la garantía de recibir respiración asistida ni tratamiento químico, ya que, deplorablemente, estos se asignan a la población más joven.

  Yo me imagino a estas nuestras personas mayores hospitalizadas, sin el calor de la familia que los consuele y con un miedo rayado en pánico por lo que les espera y me entra congoja, desmoralización y angustia de no poder hacer nada por ellos ni por sus familias. No han tenido la oportunidad de despedirse de ellos y solo tienen a su lado a nuestros héroes anónimos sanitarios.           Pero lo que sí puedo hacer, e invito a todos aquellos que me leen, es que dediquen un momento de recogimiento entrañable hacia estos discretos y ejemplares protagonistas.

   Que nuestros errores cometidos nos sean perdonados…..

 

Pilar Berná García

Concejala de Iniciativa Porteña, el partido mas votado de El Puerto

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