LA (IN)CULTURA DEL TRANSPORTE PÚBLICO – Eduardo Márquez (Jóvenes Porteños)

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  Día tras día cientos de personas utilizan el transporte público para desplazarse a los centros de estudio, a trabajar, a centros hospitalarios o para simplemente pasar un día de ocio en la capital. Estas personas, entre las que me incluyo, sufrimos las deficiencias de una red de autobuses anticuada, y que no es capaz de soportar la masificación de todas esas personas que hacen uso de este servicio diariamente.

  Nos encontramos con una masificación debido a que el único transporte público disponible actualmente son los autobuses por lo que nos vemos en la obligación de utilizarlos. Esto hace que los ciudadanos no tengan otra opción y que prefieran el coche personal al percibirlo como una figura más rápida y cómoda.

  ¿Por qué el coche es la primera opción entre los ciudadanos? Tal vez desde la concejalía de movilidad tengan que realizar un ejercicio de reflexión para saber la respuesta. Lo cierto es que no quiero hacer un uso excesivo de la gratuidad de la queja pero cada día que pasa hemos de aguantar múltiples deficiencias como la falta de asientos para todas las personas, obligadas a viajar de pie durante casi treinta kilómetros, a través de la autovía y a unos cien kilómetros por hora. El hartazgo es generalizado y los ciudadanos tienen quejas por doquier y el mayor problema que existe debe ser solucionado con la mayor brevedad posible, es decir, ni una persona debe viajar de pie, es completamente indigno. En las horas puntas con mayor afluencia se deben poner autobuses de refuerzo, sin dudarlo ni un segundo ya que todo el mundo tiene derecho a viajar en las mismas condiciones.

  Me resulta muy difícil pensar en una ciudad que, según dicen, está pensada para la cultura del transporte público con todos estos problemas, más si nos fijamos en el precio del viaje. Un ejemplo comparativo, que encontramos en los pueblos del área metropolitana de Valencia, es el sistema de becas que tienen para los estudiantes que utilizan el transporte público. ¿Por qué no ayudamos económicamente a las familias que tengan dificultades para pagar el bono mensual o que tengan más de un estudiante dentro del núcleo familiar si somos una ciudad que quiere ser ejemplo de transporte público?

  Las líneas 102 y 115 son claros ejemplos de cómo no hay que dirigir un red urbana e interurbana de autobuses. El aforo de personas se encuentra por encima del límite de lo que puede soportar el sistema actual. Desde Jóvenes Porteños hemos acudido dos veces al pleno ordinario para denunciar este problema y ya pueden ver los resultados; no sé si será desgana por resolver este conflicto, incapacidad por parte de la concejalía que se ve sin una solución clara o simplemente que no perciben el problema lo suficientemente grave como para darle una situación inmediata.

  La respuesta que se nos ha dado es la más sencilla para disipar las quejas: no hay dinero. Sinceramente no creo que se trate de un problema económico ya que la concejalía de movilidad se encuentra dentro del equipo de gobierno, capaz de aprobar proyectos faraónicos valorados en millones de euros pero no de mejorar un problema palpable en la sociedad. Denle una solución a este asunto que ya lleva años entre todas las personas, la gravedad lo requiere.

  Se trata de conseguir un transporte cómodo y seguro, y actualmente no tenemos ni una cosa ni otra. La cultura del transporte público, eslogan tan utilizado por la concejalía de movilidad, no hace otra cosa que enmascarar la problemática. Parece que su eslogan es una utopía, un deseo irrealizable, aunque realmente sí que es alcanzable. Permítanme cambiar su lema por la incultura del transporte público, ya que la voluntad para resolver el conflicto brilla por su ausencia. No creo que sea una cuestión de inconsciencia del problema, es una cuestión de desidia.

 

Eduardo Márquez Fuertes

Jóvenes Porteños

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