Unas palmeras con historia

Cuando hablamos de patrimonio, casi siempre nos vienen a la mente edificios cargados con historia y raramente tenemos en cuenta los elementos vivos que los rodean. En este caso hablamos de los árboles monumentales que forman parte indiscutible del patrimonio y de nuestro paisaje cotidiano.

Si pasamos por la rotonda que distribuye el tráfico entre la calle Palmera y las avenidas Tres de Abril y Andoni Sarasola, vemos que está ajardinada, aparte del seto y el césped, con cuatro palmeras: dos washingtonias (Washingtonia robusta) y dos palmeras canarias (Phoenix canariensis). Y son precisamente estas dos nonagenarias palmeras de talla espectacular (las del tronco más grueso y una mayor copa) las que tienen algo que contarnos.

Llevan aquí algo más de una década, desde que los servicios de jardinería las trasplantaron, pero crecieron en otro sitio, en el jardín de la casa de D. Antonio Aznar y Candela (parte importante del patrimonio porteño), situada en lo que hoy es la avenida Mediterráneo. Si paseamos por esta avenida descubriremos esta señorial vivienda construida en 1923, la cual fue propiedad del mencionado Antonio Aznar, administrador de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo en aquella época, y junto a su esquina sureste veremos otro majestuoso ejemplar de palmera canaria, prima hermana de las antes mencionadas. Éstas se situaban al norte de la casa, pegadas a la fachada medianera de los apartamentos, formando parte del gran jardín que había en los laterales y la parte posterior de la residencia.

La vorágine constructiva de los años 70, primero, y de los 90, después, ha acabado sitiando —literalmente— la casa y había dejado en una situación precaria a nuestras protagonistas, por lo que, en un alarde de pericia jardinera, fueron trasplantadas con éxito a la rotonda. de la calle Palmereta. Hoy día el picudo rojo amenaza con destruirlas; es por ello que en 2009 se observó su estado sanitario, se hacen tratamientos preventivos periódicos y se colocó una trampa para capturar esta peligrosa plaga e impedir que enfermen. Esperemos que sigan por muchos años embelleciéndonos nuestro Puerto.

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Un comentario

  1. La casa amarilla,como decimos ahora,y que tanta historia tiene,debiera recuperarla el Ayuntamiento y crear ahí, el futuro Museo del Mar.Nuestra querida Lola Gil Tregón,fue una luchadora hasta el final, para que esto se pudiera conseguir,espero que alguna vez lo pueda ver desde el cielo.

    ¡¡VIVA EL PUERTO LIBRE!!

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